Ensayo sobre La Generación de 98
La generación de 98
La
Generación del 98 se le conoce tradicionalmente a un grupo de escritores,
ensayistas y poetas que nacieron en España. Estos se vieron profundamente
afectados por la crisis moral, política y social desencadenada en su país por
una derrota militar en la guerra hispanoamericana estadounidense y la
consiguiente pérdida de Puerto Rico, Guam, Cuba y las Filipinas en 1898. Todos
los autores y poetas de esta generación nacen entre los años 1864 y 1876.
Los
autores, a partir del denominado grupo de los tres (Baroja, Azorín y Maeztu),
comenzaron a escribir en una vena juvenil hipercrítica e izquierdista que más
tarde se fue orientando a una concepción tradicional entre lo viejo y lo nuevo.
Los autores de la Generación del 98
mantuvieron, al menos al principio, una estrecha amistad y se opusieron a la
España de la Restauración; se agruparon
en torno a algunas revistas características, Don Quijote (1892-1902), Germinal
(1897-1899), Vida Nueva (1898-1900), Revista Nueva (1899), Plenitud
(1901-1902), Electra (1901), Helios (1903-1904), Alma Española (1903-1905) y
Los Helechos ( 1894-1895).
Los
géneros preferidos fueron el ensayo y la novela. En cuanto al estilo, tuvieron
un deseo de renovación estética, por lo que utilizaron palabras castizas y en
desuso, tonos subjetivos, etc. Finalmente, los temas giraron en torno al amor y
dolor por la patria. Para ello, describen sus pueblos, paisajes y cultura,
profundizando en su historiadora. Además, tratan también problemas
existenciales como el sentido de la vida, la muerte, etc.
José
Ortega y Gasset distinguió dos generaciones en torno a las fechas de 1857 y
1872, una integrada por Ganivet y Unamuno y otra por los miembros más jóvenes.
Su discípulo Julián Marías, utilizando el concepto de «generación histórica», y
la fecha central de 1871, estableció que pertenecen a ella Miguel de Unamuno,
Ángel Ganivet, Valle-Inclán, Jacinto Benavente, Carlos Arniches, Vicente Blasco
Ibáñez, Gabriel y Galán, Manuel Gómez-Moreno, Miguel Asín Palacios, Serafín
Álvarez Quintero, Pío Baroja, Azorín, Joaquín Álvarez Quintero, Ramiro de
Maeztu, Manuel Machado, Antonio Machado y Francisco Villaespesa.
Los
autores de la generación mantuvieron, al menos al principio, una estrecha
amistad y se opusieron a la España de la Restauración; Pedro Salinas ha
analizado hasta qué punto pueden considerarse verdaderamente una generación
historiográficamente hablando. Lo indiscutible es que comparten una serie de
puntos en común:
“Lo que nos pasó y nos pasa
a los españoles es que no sabemos lo que nos pasa.”
www.filosofia.org/hem/dep/sol/9220204.htm
Distinguieron
entre una España real miserable y otra España oficial falsa y aparente. Su
preocupación por la identidad de lo español está en el origen del llamado
debate sobre el ser de España, que continuó aún en las siguientes generaciones.
Sienten
un gran interés y amor por la Castilla de los pueblos abandonados y
polvorientos; revalorizan su paisaje y sus tradiciones, su lenguaje castizo y
espontáneo. Recorren las dos mesetas escribiendo libros de viajes, resucitan y
estudian los mitos literarios españoles y el romancero.
“Aquí soñé los sueños
de mi infancia, de santidad y de ambición tejidos.”
Rompen
y renuevan los moldes clásicos de los géneros literarios, creando nuevas formas
en todos ellos. En la narrativa, la
novela impresionista y lírica de Azorín, que experimenta con el espacio y el
tiempo y hace vivir al mismo personaje en varias épocas; la novela abierta y
disgregada de Baroja, influida por el folletín, o la novela casi teatral y
cinematográfica de Valle-Inclán. En el teatro, el esperpento y el expresionismo
de Valle-Inclán o los dramas filosóficos de Unamuno.
Rechazan
la estética del realismo y su estilo de frase amplia, de elaboración retórica y
de carácter menudo y detallista, prefiriendo un lenguaje más cercano a la
lengua de la calle, de sintaxis más corta y carácter impresionista; recuperaron
las palabras tradicionales y castizas campesinas.
Intentaron
aclimatar en España las corrientes filosóficas del irracionalismo europeo, en
particular de Friedrich Nietzsche (Azorín, Maeztu, Baroja, Unamuno), Arthur
Schopenhauer (especialmente en Baroja), Sören Kierkegaard (en Unamuno) y Henri
Bergson (Antonio Machado).
Por
un lado, los intelectuales más modernos, secundados a veces por los propios
autores criticados, sostenían que la generación del 98 se caracterizó por un
aumento del egotismo, por un precoz y morboso sentimiento de frustración, por
la exageración neorromántica de lo individual y por su imitación servil de las
modas europeas del momento.
Por
otra parte, para los escritores de la izquierda revolucionaria de los años
treinta, la interpretación negativa de la rebeldía noventayochista se une a una
fundamentación ideológica: el espíritu finisecular de protesta responde al
sarampión juvenil de un sector de la pequeña burguesía intelectual, condenado a
refluir en una actitud espiritualista y equívoca, nacionalista y anti
progresiva.
Bibliografía
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